EL RASTREO Y OBSERVACIÓN DE FAUNA, LOS ORÍGENES NORTHVIVOR

EL RASTREO Y OBSERVACIÓN DE FAUNA, LOS ORÍGENES

Somos de la opinión de que el rastreo surgió al mismo tiempo que el propio ser humano, formando parte imprescindible de su propia historia de evolución, al constituirse como una herramienta vital de supervivencia. Tal vez incluso surgiese antes en las diferentes fases de cambio que seguimos en el proceso evolutivo.

En los inicios el rastreo consistía en la percepción de diferentes señales naturales cuya correcta interpretación conllevaba beneficios trascendentales para el hombre.

Mirar con atención y detenimiento pone a todos nuestros sentidos en modo receptor y a través de ellos captamos sonidos, imágenes, olores… Estos estímulos los recibe el cerebro y si en la observación ha sido implicada la “emoción”, una situación de supervivencia por ejemplo o escena de caza, el aprendizaje aparece y la información recibida se fija en nuestra memoria a largo plazo como una experiencia, quedando allí en el catálogo interno para cuando lo necesitemos.

Foto 1: Triguero cantando en su posadero. Señal sonora

Foto 2: Rastro de cangrejo americano.

Rastreando nuestros antecesores realizaban la búsqueda activa de alimento, ya fuese mediante la captura de pequeños invertebrados ocultos bajo piedras o entre la vegetación, la búsqueda de nidos para la obtención de huevos o la localización de carroñas observando el comportamiento de otros animales.

Foto 3: Cadáver de elefante en Kenia, alimento para los carroñeros.

*foto cortesía David Ezcurdia

Posteriormente, el rastreo se hace aún más necesario cuando aparece la que se considera por algunos autores como la primera de las modalidades de caza, la caza por persistencia o caza ininterrumpida. Pero también es el rastreo el que permite localizar guaridas y madrigueras y saber si están activas para capturar los animales de su interior, el que facilita la localización de piezas que hayan escapado heridas de la caza con armas arrojadizas y el que aumenta el éxito del trampeo.

Foto 4: Indígena selva Sumatra obteniendo larvas como alimento.

De igual manera, mediante el rastreo el ser humano podía evitar a aquellos animales para los que suponía una presa y que por tanto constituían un peligro letal. Así mismo, la observación del entorno podía delatar una zona con presencia de fauna potencialmente venenosa, otro gran peligro en muchas áreas del globo.

Foto 5: Víbora de Armenia (Vipera raddei) la más venenosa de Europa.

El continuo estrés por conseguir comida y por no convertirse en ella, era el que marcaba el día a día de las primeras especies de Homo. Eso suponía que su actividad cerebral estuviese muy activa, recibiendo altos niveles de estímulos que debían gestionar con rapidez y eficacia.

“Estar atento y captar un sonido, una imagen o un olor, seguido de la observación para obtener una deducción es la cadena básica que toda actividad de rastreo y observación de fauna requiere”.

En estas complejas circunstancias el rastreo implicaba la posibilidad de resolución de problemas. Los estímulos percibidos suponían el planteamiento continuo de hipótesis muchas de las cuales concluían en deducciones acertadas, que suponían además de un día más de vida, el caldo de cultivo perfecto para un aprendizaje continuo, creciente y sobre todo vital.

Podemos considerar al Homo erectus como candidato principal de homínido con el que empezó a desarrollarse la actividad rastreadora en África, para después colonizar el mundo hasta nuestros días. Si aceptamos esta referencia como origen del rastreo podríamos afirmar que esta actividad cuenta con una historia de casi dos millones de años que ha dejado su propia impronta en nuestra herencia genética.

LA EVOLUCIÓN

Desde ese Homo erectus hasta la actualidad, el rastreo de fauna salvaje (e incluso el de personas), ha pasado de lo que parecía ser simplemente una reacción animal puramente instintiva, a convertirse en una acción humana racional, premeditada y razonada, que por tanto puede y debe ser entrenada, y por ende potenciada y mejorada.

El rastreo ha sido y aún es usado por los Homo sapiens de alejados rincones del planeta para la localización y obtención de alimento. Desde los aparentemente vacíos desiertos, hasta las densas selvas, numerosas tribus han basado su supervivencia en la interpretación de las señales de su entorno.

Foto 6: Desierto del Sáhara en Marruecos

Foto 7: Cáucaso Menor en Armenia

Localizar animales para consumirlos como alimento es una de las aplicaciones más importantes donde el rastreo y la observación son los pilares y no sólo para la obtención de grandes presas, sino sobre todo de pequeños animales, como reptiles e incluso invertebrados muy ricos en proteínas. La observación del comportamiento animal y sus rastros nos ha llevado durante milenios a la obtención de otros recursos que no son sólo “piezas de caza”. Zonas donde obtener frutos, tubérculos, agua, además de materiales para hacer fuego son sólo algunos de los ejemplos.

Foto 8: Ranger WWF para la protección del Leopardo persa (Panthera pardus saxicolor) y Rastreador del SERAFO.

La localización y observación de predadores nos ofrece buscar su presa principal, la cabra de bezoar (Capra aegagrus aegagrus). Esta conducta pudo ser muy común en tiempos primitivos perdurando en algunas tribus actuales como los Masái que rastrean leones para robarles parte de sus presas cuando las acaban de matar.

Diferentes etnias africanas, comunidades aborígenes de Australia, varios grupos indígenas de Asia de islas como Sumatra o Borneo, o de las selvas de Colombia, Ecuador, Perú o Brasil, pero sobre todo los nativos americanos como los apaches, son conocidos internacionalmente desde hace siglos por sus habilidades en el rastreo.

Foto 9: Ranger-rastreador Jicarilla Apache observando el territorio desde lo alto

LA CLAVE

Su cuerpo y mente están íntimamente adaptados a su entorno, perciben de manera intensa todo lo que les rodea y sus capacidades físico-mentales son excepcionales. Un ejemplo de ello, son la comunidad indígena localizada en la Sierra Madre Occidental de México de los “rarámuris”, también conocidos tarahumaras, que han tenido y mantienen capacidades bien demostradas de atletas de elite a través del control de la alimentación, la hidratación y resistencia física en entornos hostiles como desiertos.

Un espacio abierto, una mente no saturada de estímulos artificiales, la no contaminación sonora, iluminación natural, una adaptación al ritmo natural y una alimentación óptima, hacen que esta comunidad y otras comunidades de humanos de muchas áreas del planeta tengan altas capacidades rastreadoras y por lo tanto se conviertan en “máquinas” para moverse por sus entornos y sobrevivir en ellos. Además, el método tradicional de enseñar con la práctica es común entre cazadores recolectores y dedican tiempo para reunirse muy a menudo, charlar, contar historias e intercambiar conocimientos sobre todo alrededor de la hoguera.

Foto 10: Bosquimanos en Namibia, un gran ejemplo de las últimas comunidades de cazadores recolectores del planeta.

*foto cortesía de Silvia Arriscado de la LLave

Buena parte de las técnicas de rastreo usadas por estos pueblos, siguen manteniendo su efectividad sin necesidad de grandes modificaciones o avances tecnológicos. Tal es así que numerosos países han incluido estas técnicas aprendidas de indígenas en la formación básica y obligatoria en guías de naturaleza, de safaris además de los miembros de sus guardaparques o rangers, militares, policías, etc. con el fin de ser aplicadas en su trabajo diario.

DESDE NORTHVIVOR

A través de nuestros productos de rastreo y observación de fauna salvaje que incluyen formación, asesoramiento y futuras experiencias de rastreo en el medio natural os mostraremos buena parte de estas técnicas obtenidas a través de la experiencia propia junto a diferentes comunidades indígenas de las selvas de Colombia, la Orinoquia Colombio-venezolana, las selvas de Sumatra, el desierto del Sáhara con los bereberes, los Jicarilla apache de Nuevo México en USA o de diferentes guías, rangers o científicos de los que hemos aprendido en numerosas zonas agrestes como las montañas del Cáucaso en Armenia, la Laponia en Finlandia o Montañas Ródope en Bulgaria.

El rastreo y observación de fauna no sólo son una actividad más por realizar, sino que con el tiempo se convierten en una filosofía de vida”.

Autor: Fernando Gómez (SERAFO)

 

 


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